El tiempo en la física de Aristóteles (4): Alma-número-irreversibilidad
- francisco vargas
- Apr 23
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Alma y número
Volvamos una vez más de la definición de Aristóteles: “Porque el tiempo es justamente esto: número del movimiento según el antes y después. (Aristóteles, 1995, p.271, 219b). En la última entrada nos centramos en lo referente al movimiento y a "el antes y el después", en la relación entre movimiento, espacialidad y temporalidad. En este paralelismo entre espacio, movimiento y temporalidad esta última aparece como algo derivado con respecto a los dos primeros. Sin el movimiento no hay temporalidad, pero puede haber movimiento sin temporalidad. Subyace a estos tres conceptos, la idea de continuidad, entendida de tal forma que no se puede hablar de entidades últimas, separadas: en el espacio no hay puntos, así como en el tiempo no hay instantes indivisibles.
Tenemos la otra expresión: "el número de movimiento. Detrás de la palabra número hay lo que él llama la psyché, el alma. Particularmente se refiere a la parte intelectiva del alma, de entre las distintas facultades que esta tiene para Aristóteles. Su tesis, esencialmente, es que “sin el alma no hay quien numere” y “por lo tanto no habría tiempo” sin esta. Es un aspecto distinto de lo encontramos en el Timeo. En este había también un papel del alma, pero el alma estaba en el cosmos, era el anima mundi: lo que le da a este, lo que rige sus movimientos y su armonía, (y con la que puede entrar en correspondencia el alma del hombre). Acá el alma es algo más directamente del ser humano. No está en el mundo, sino en lo que más modernamente llamaríamos el sujeto.
La temporalidad no es algo puramente objetivo: “Pero sin cambio no hay tiempo; pues cuando no cambiamos en nuestro pensamiento o no advertimos que estamos cambiando, no nos parece que el tiempo haya transcurrido” (Aristóteles, 1995, p.269). Comienza a aparecer toda una dimensión, podríamos decir, más psicológica o fenomenológica de lo que es el fenómeno de la temporalidad. De cómo se nos puede dar o no das a nosotros: “no advertimos” "nos parece". Cuando no cambiamos en nuestro pensamiento, o no advertimos que estamos cambiando, no nos parece que el tiempo haya transcurrido, hay una conciencia del tiempo. Si no hay conciencia, nos dice Aristóteles, es como si no hubiera tiempo. La pregunta ahí es si "es como si no hubiera tiempo" o efectivamente no hay. Aristóteles la plantea más adelante explícitamente, por ahora estamos en esta ambigüedad.
Este carácter subjetivo, es puesto de manifiesto también en el relato, ambientado en Cerdeña, que el autor nos expone: “según dice la leyenda, se despertaron de su largo sueño junto a los héroes: que enlazaron el ahora anterior con el posterior y los unificaron en un único ahora, omitiendo el tiempo intermedio en el que habían estado insensibles” (Aristóteles, 1995, p.269). Al estar en un sueño profundo, o mejor, en un dormir sin soñar, entre el momento en que perdemos la conciencia y el momento en que la recobramos, cuando despertamos, es como si no hubiera tiempo. Entonces, es como si el ahora antes del sueño se uniera con ese ahora después del sueño "omitiendo el tiempo intermedio en el que habían estado insensibles”. Se requiere que haya conciencia de que haya la diferencia, el cambio, el movimiento: "Por lo tanto, así como no habría tiempo si el ahora no fuese diferente, sino uno y el mismo, así también se piensa que no hay un tiempo intermedio cuando no se advierte que el ahora es diferente” (Aristóteles, 1995, p.269).
“Y puesto que cuando no distinguimos ningún cambio, y el alma permanece en un único momento indiferenciado, no pensamos que haya transcurrido tiempo, y puesto que cuando lo percibimos y distinguimos decimos que el tiempo ha transcurrido, es evidente entonces que no hay tiempo sin movimiento ni cambio. Luego es evidente que el tiempo no es un movimiento, pero no hay tiempo sin movimiento” (Aristóteles,1995, p.269). Aparece la oposición clave, entre la distinción y la indiferenciación. Es ese introducir las diferencias o percatarse de ellas, es lo que hace que haya temporalidad. Y eso es lo que llama numerar. El numerar está ligado al percatarse y ponerle un distintivo a las diferencias, asignar un signo diferenciador a cada uno de esos momentos.
Si no hay conciencia en un lapso intermedio, entonces no hay temporalidad: “Percibimos el tiempo junto con el movimiento; pues, cuando estamos en la oscuridad y no experimentamos ninguna modificación corpórea, si hay algún movimiento en el alma nos parece al punto que junto con el movimiento ha transcurrido también algún tiempo” (Aristóteles, 1995, p.269). Aparte de los movimientos exteriores, es interesante que también Aristóteles observa que hay movimientos en el alma, no necesariamente son movimientos en el exterior, sino movimientos también interiores. Aparece la dimensión del alma, como lo indican distintas palabras que resalto a continuación en fragmentos que ya cité:
“Sin embargo, conocemos también el tiempo cuando al determinar el antes y después, determinamos el movimiento” (p.271). Somos nosotros quienes al determinar movimiento damos paso al tiempo, en el proceso lo que llamamos anteriormente "numerar".
“Y cuando tenemos la percepción del antes y después en el movimiento, decimos entonces que el tiempo ha transcurrido. Y lo distinguimos al captar que son diferentes entre sí y que hay algo intermedio diferente de ellos” (p.271). De nuevo el distinguir, el diferenciar. “Y el alma dice que los ahora son dos, uno antes y otro después” (p.269) El alma es la que dice que son distintos, por lo tanto, son dos: de nuevo, este es el numerar al que ya nos referimos.
De nuevo, ell fragmento donde aparece la definición:
“Así pues, cuando percibimos el ahora como una unidad, y no como anterior y posterior en el movimiento, o como el mismo con respecto a lo anterior y lo posterior, entonces no parece que haya transcurrido algún tiempo, ya que no ha habido ningún movimiento. Pero cuando percibimos un antes y un después, entonces hablamos de tiempo. Porque el tiempo es justamente esto: número del movimiento según el antes y después" (Aristóteles, 1995, p.269).
Volvemos así a la definición, teniendo ahora presente todo lo que significa la palabra número. Si fuera todo indistinto, sería la unidad, y recordemos que la unidad, el uno no es un número ni para los pitagóricos ni para Aristóteles. Para estos los números comenzaban con el dos. La unidad es la fuente, el principio de los números, pero en sí misma no es un número. De hecho, en la clasificación pitagórica entre números pares e impares, que simbolizaban la oposición de los contrarios en el universo, el uno no es clasificado ni como par ni como impar, sino como par e impar a la vez.
Eso es lo que está detrás de este concepto de número. Recordemos que estamos acá en una distancia que marca Aristóteles con Platón. Para Platón están las entidades ideales, el mundo de las ideas, de las que harían parte las entidades matemáticas. Los números estarían allí, por lo menos en las interpretaciones usuales de Platón. Sin embargo, para Aristóteles es un poco distinto. No están esas entidades en un mundo más allá de éste, sino que él reinterpreta las ideas platónicas con el concepto de forma.
Las sustancias, lo que podríamos llamar las cosas, que están en el universo, incorporan, son un juntar, la materia y la forma en sí, tienen tanto la materia como la forma. Son un compuesto de materia y forma, lo que llama Aristóteles en griego un sinolo, una totalidad junta, un sinolo de materia y forma. El número se da en este mundo, el numerar, no es tanto como entidades, sino como un proceso:
“Luego el tiempo no es movimiento, sino en tanto que el movimiento tiene número. Un signo de esto es el hecho de que distinguimos lo mayor y lo menor por el número, y el movimiento mayor o menor por el tiempo. Luego el tiempo es un número. Pero «número» se puede entender en dos sentidos, ya que llamamos «número» no sólo lo numerado y lo numerable, sino también aquello mediante lo cual numeramos. Pues bien, el tiempo es lo numerado, no aquello mediante lo cual numeramos. Aquello mediante lo cual numeramos es distinto de lo numerado” (Aristóteles, 1995, p.272).
El fenómeno del numerar es un proceso que se da, está el verbo numerar, básicamente está lo que se puede enumerar o lo que está distinguiendo ahí entre potencia y acto. Lo numerado y lo numerable. Lo que efectivamente se ha numerado es lo que en acto se ha numerado, y lo numerable es lo que en potencia se podría llegar a numerar. Esto sería el objeto de numeración, pero también está aquello que numera. La frase, "Pues bien, el tiempo es lo numerado, no aquello mediante lo cual numeramos" hace referencia al alma que es justamente aquello mediante lo cual numeramos. Nosotros numeramos.
Esta diferenciación, la distinción conceptual que hace Aristóteles, hablando precisamente de que para que haya una enumeración se requiere quien efectúe esa enumeración, es retomada un poco más adelante, al establecerse la relación de tiempo y alma en síntesis de todo lo anterior:
“Es también digno de estudio el modo en que el tiempo está en relación con el alma y por qué se piensa que el tiempo existe en todas las cosas, en la tierra, en el mar y en cielo. ¿Acaso porque el tiempo es una propiedad o un modo de ser del movimiento, ya que es su número, y todas esas cosas son movibles, pues todas están en un lugar, y el tiempo y el movimiento están juntos tanto en potencia como en acto?
En cuanto a la primera dificultad, ¿existiría o no el tiempo si no existiese el alma? Porque si no pudiese haber alguien que numere tampoco podría haber algo que fuese numerado, y en consecuencia no podría existir ningún número, pues un número es o lo numerado o lo numerable. Pero si nada que no sea el alma, o la inteligencia del alma, puede numerar por naturaleza, resulta imposible la existencia del tiempo sin la existencia del alma, a menos que sea aquello que cuando existe el tiempo existe, como sería el caso si existiera el movimiento sin que exista el alma; habría entonces un antes y un después en el movimiento, y el tiempo sería éstos en tanto que numerables” (Aristóteles, 1995, pp. 286-287).
Paralelismo con Platón
El número juega un papel preponderante en el Timeo de Platón, más que en cualquiera otro de sus diálogos, como hemos visto. En paticular aparece también en su definición de tiempo, por lo que podemos hacer un paralelismo entre las definiciones de ambos filósofos.
“Cuando su padre y progenitor vio que el universo se movía y vivía como imagen generada de los dioses eternos, se alegró y. feliz, tomó la decisión de hacerlo todavía más semejante al modelo. Entonces, como éste es un ser viviente eterno, intentó que este mundo lo fuera también en lo posible. Pero dado que la naturaleza del mundo ideal es sempiterna y esta cualidad no se le puede otorgar completamente a lo generado, procuró realizar una cierta imagen móvil de la eternidad y, al ordenar el cielo, hizo de la eternidad que permanece siempre en un punto una imagen eterna que marchaba según el número, eso que llamamos tiempo. Antes de que se originara el mundo, no existían los días, las noches, los meses ni los años. Por ello, planeó su generación al mismo tiempo que la composición de aquél.” (Platon,1995, p.182)
Aquí dice que esa imagen marcha según el número. Pero Platón no hace referencia a la necesidad del alma para la presencia del número. Los tienen una existencia independiente de nuestra propia existencia y de nuestra conciencia. Como mencionaba anteriormente, las ideas para Platón tienen una realidad primaria, anterior a cualquier realidad de este mundo, en sentido ontológico. Son lo fundamental, son lo que genera este mundo, en particular también cualquier conciencia que nosotros podamos tener de las cosas. A pesar de que en ambos filósofos se enfatiza el papel del número que cuantifica el movimiento, que lo determina como uniforme, la concepción también es muy distinta, no solamente de lo que es el mundo, sino también del mismo proceso del mismo número, o la concepción de la matemática.
La concepción de la matemática en Platón pareciera ser más estática. En Aristóteles, según acabamos de ver, está regida por los procesos de paso de potencia a acto, y a un proceso de numerar. De la misma manera, el numerar es inmanente al mundo sensible, sería algo parecido a lo que ocurre con la forma según Aristóteles. Por ejemplo, si un pocillo tiene forma cilíndrica, el cilindro es la forma, El alma intelectual es capaz de distinguir que ahí está esa forma. Lo mismo, pues la numeración, es el alma que distingue y que, puede dejar emerger esa secuencia que hay en la temporalidad. Si no hubiera el alma, pues no habría quien lo hiciera. No habría el numerar, que está ligado al distinguir, al diferenciar. Y cuando no hay conciencia, no hay conciencia de la diferencia. Entonces es el alma quien distingue y por lo tanto numera, y por lo tanto tendríamos las secuencias de distintos momentos en el tiempo, o distintos instantes.

Irreversibilidad en el tiempo
Hay varios pasajes también en que Aristóteles nos habla no solamente de lo importante que es la conciencia establecer la distinción entre antes y después, y el numerar que está ligado a ese proceso, sino también de la temporalidad en el sentido más inmediato en que la vivimos, nuestro sentido, o incluso sensación y sentimiento del tiempo. Nuestro sentido del tiempo está ligado justamente a los fenómenos de irreversibilidad de que el tiempo se nos escapa, que las cosas están sujetas al paso del tiempo que no perdona. El tiempo pasa y las cosas están sujetas a él, y nosotros mismos estamos sujetos a su paso inexorable. Dice Aristóteles:
“Por otra parte, <<ser en el tiempo>> es ser afectado por el tiempo, y así se suele decir que el tiempo deteriora las cosas, que todo envejece por el tiempo, que el tiempo hace olvidar, pero no se dice que se aprende por el tiempo, ni que por el tiempo se llega a ser joven y bello; porque el tiempo es, por sí mismo, más bien causa de destrucción, ya que es el número del movimiento, y el movimiento hace salir de sí a lo que existe" (Aristóteles, 1995, p.280).
Es un párrafo rico en alusiones: el tiempo tiene este carácter de afectar, deteriorar; por él es que perdemos lo que hay, olvidamos, envejecemos. Todo es como una pérdida de algo que estuviera antes. Dice: “el movimiento hace salir de sí…” . La palabra griega es ékstasis, que también tiene que ver con existir, salir (ex: "hacia afuera"). De alguna manera podríamos acercar esta idea, dando un gran salto, a la noción de entropía que aparece en la física moderna. Esta determina una direccionalidad e irreversibilidad del tiempo. El tiempo tiende hacia una mayor entropía, que se traduce en desorden. Por ejemplo: tenemos el huevo y lo rompemos. Es prácticamente imposible volver al estado anterior. Los huevos se rompen, van de su estado original de huevo a su estado de huevo roto y no al revés. Eso es algo que también puede estar de anticipado acá en Aristóteles. Esa visión direccional del tiempo, va justamente en la dirección del orden hacia el desorden. Envejece, hace olvidar, no hace rejuvenecer, no hace volverse bello, sino todo lo contrario. Aristóteles desarrolla una argumentación de por qué es más causa de destrucción que de generación:
“Un indicio suficiente de ello está en el hecho de que nada se genera si no se mueve de alguna manera y actúa, mientras que algo puede ser destruido sin que se mueva, y es sobre todo de esta destrucción de la que se suele decir que es obra del tiempo. Pero el tiempo no es la causa de esto, sino que se da en caso de que el cambio se produce en el tiempo." (Aristóteles,1995, p.285)
Nos dice Aristóteles este indicio de que incluso si uno deja quieto y no mueve algo, pude ser destruido: imagínense por ejemplo que deja su casa encerrada por diez años. Inevitablemente cuando llegue va a ver que las cosas no van a estar en mejor estado, seguramente algunos objetos van a estar, deteriorados, el polvo y la humedad se habrán acumulado, etc.
Mientras que “algo puede ser destruido sin que se mueva" "nada se genera si no se mueve de alguna manera y actúa”. Para generar más orden en un sistema, diríamos pensando en el concepto de entropía, necesito introducir energía libre en ese sistema.
Nada se genera si no se mueve, esta es la noción de introducir una acción consciente por parte de un sujeto, en este caso, si no se mueve de alguna manera y actúa, se necesita una acción extra. Esto es muy cercano también a lo que es nuestro sentido del tiempo, nuestro sentido del tiempo es todos esos efectos que causa: lo que perdemos, y que se nos escapa, lo que no podemos recuperar, incluyendo la memoria que se desvanece.
Bibliografía
Aristóteles (1995). Física (De Echandía, G. R., trad.). Madrid, Gredos.
Platón (1997). Diálogos VII. Filebo, Timeo, Critias. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos.



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